SHIRLEY: VISIONES DE UNA REALIDAD. "Shirley: Visions of reality" 2013, Gustav Deutsch

La obra de Gustav Deutsch se mueve entre la experimentación y el ensayo, dos palabras que suelen provocar la huida de los espectadores acomodados. Cualquiera de ellos puede dejar de leer en este punto. En realidad, el director austríaco ni siquiera acostumbra a ser calificado como director de cine, sino como artista multidisciplinar o incluso adjetivos peores. Sus películas en diferentes formatos desarrollan inquietudes relacionadas con el significante y el significado de las imágenes, a través de cortometrajes y documentales basados en la técnica del cine collage. En Shirley: Visiones una realidad, por primera vez se acerca a la ficción y a la elaboración de una puesta en escena, claro que en ambos términos reinterpreta un material existente.

El primer nombre de referencia es Edward Hopper. La película pone en movimiento trece pinturas del autor norteamericano, cuadros que cobran vida en la pantalla con un personaje en común, Shirley, una mujer interpretada por Stephanie Cumming que a lo largo de tres décadas no cambia de apariencia más que en el cabello. Los amantes del realismo quedan advertidos: aunque la película transcurre en una sucesión de episodios separados en el tiempo, la continuidad narrativa está guiada por los sueños y los recuerdos de la protagonista. Una actriz desencantada que va alternando diferentes oficios y situaciones (según los cuadros en los que interviene) y que se expresa a través de la voz en off, siempre fantaseando con una vida que no es la suya. Predomina la melancolía, en una adecuada interpretación del estilo de Hopper. Los colores intensos y la luz brillante del pintor son reproducidos fielmente por Deutsch, quien no se limita a hacer un calco sino que dota de contenido las atmósferas del pintor. El juego que propone Deutsch consiste en inventar una historia capaz de unificar todas las pinturas, lo cual invita a pensar que la apreciación de Shirley puede ser más alta en un museo de arte que en una sala de cine.

Además de Hopper, hay otros nombres con presencia en la película como Emily Dickinson, Platón o Elia Kazan. Los tres representan los diferentes niveles en los que se mueve el film: el poético, el filosófico y el ideológico. Gustav Deutsch elabora un discurso progresista y feminista en base a textos literarios y acontecimientos significativos a los que se hace alusión en cada época, desde el año 1931 a 1963. Por todo lo dicho, es difícil etiquetar una película como Shirley. ¿Es pintura, es teatro, es cine? Preguntas que solo merecen como respuesta otra pregunta: ¿Acaso importa?

Se trata de un ejercicio minimalista de fascinante belleza que se atreve a romper algunas reglas básicas del lenguaje cinematográfico, por ejemplo, el no cambiar el ángulo del plano desde el mismo emplazamiento de cámara cuando se produce un corte entre dos imágenes de distinto tamaño. Una cuestión técnica que afea el montaje y que el director asume para no traicionar el punto de vista del observador del cuadro. Esta pequeña transgresión subraya la condición de rara avis de la película, una producción austríaca que nace con la vocación de ser contemplada (no vista) y que supone el título más destacado su autor, Gustav Deutsch.