INVASORES DE MARTE. "Invaders from Mars" 1953, William Cameron Menzies

Todo un clásico de la ciencia ficción de serie B, dirigido por el especialista William Cameron Menzies. Se trata del último título del cineasta norteamericano, quien ha pasado a la historia por su labor como decorador y diseñador de producción, un oficio que él ayudó a consolidar tanto en sus propias películas como en las que trabajó para los grandes estudios. El mérito de Invasores de Marte consiste en desarrollar este talento para la escenografía con un presupuesto ajustado, empleando la imaginación y los efectos especiales artesanales.

El guion narra una invasión alienígena en un pequeño pueblo de los Estados Unidos donde los vecinos son persuadidos por oscuras fuerzas capaces de doblegar sus mentes. El primero en darse cuenta es un niño aficionado a la astrología que tratará con esfuerzo de convencer a los adultos del peligro que les amenaza. Es en esta parte inicial cuando la película muestra sus mayores virtudes, tanto en el desarrollo de la acción como en la atmósfera tensa que despliegan las imágenes bellamente fotografiadas en color. El asedio que sufre el chico se transmite al espectador mediante la inclusión en el montaje de primeros planos de los humanos bajo el influjo extraterrestre, lo cual proporciona los mejores momentos del film.

Es una lástima que todos estos logros se desperdicien en la segunda parte, con la pérdida de protagonismo del niño y la irrupción del ejército en la trama. Cameron Menzies se dedica a filmar el despliegue de las fuerzas armadas que acuden a socorrer a la población con largas escenas de paradas militares y toma de posiciones que interrumpen el ritmo hasta entonces trepidante. A partir de aquí, los personajes se vuelven intrascendentes y la modestia de la producción se empieza a percibir como un lastre y no como una oportunidad para el ingenio. El desenlace de Invasores de Marte acumula generosas dosis de humor no intencionado, ya que los marcianos abandonan la forma humana y dejan de inspirar temor para resultar ridículos en sus caracterizaciones. La pobreza de medios se refleja también en los decorados y en la constante repetición de planos para alimentar el montaje. Solo la condescendencia del público perdonará estas debilidades a cambio de disfrutar del encanto y la ingenuidad que transmite el conjunto.

No en vano, Invasores de Marte ha alcanzado la categoría de icono de ese tipo de cine que pretende deslumbrar con pocos recursos, a fuerza de buscar soluciones formales creativas. En este sentido cabe destacar las secuencias en la comisaría, un escenario desnudo con paneles claros y diáfanos en los que intervienen unos pocos elementos de mobiliario para significar el espacio... y que consiguen una gran fuerza expresiva gracias al minimalismo. El decorado más recordado es el de la pequeña colina donde se producen las desapariciones, de una teatralidad tan evidente que encaja muy bien con la mirada infantil del protagonista. En suma, son aciertos que corresponden a William Cameron Menzies y que dan relieve a esta película irregular y deliciosa, no tan memorable como se anuncia en el primer acto pero capaz de conceder un placer despreocupado y ligero.

A continuación, el tema principal de la película compuesto por Raoul Kraushaar. La emoción y el misterio conducen la partitura en la que los coros manifiestan la presencia marciana. Relájense y disfruten: