LA NOCHE DE LOS MUERTOS VIVIENTES. "Night of the living dead" 1968, George A. Romero

En 1967, George A. Romero reúne un poco de capital y algunos socios para fundar una productora independiente con la que poder realizar su primer largometraje. Tomando como referencia Soy leyenda, la novela de Richard Matheson y su posterior adaptación al cine, Romero escribe, dirige, fotografía y monta La noche de los muertos vivientes, la cual ha fijado para la posteridad el modelo de película de zombis.

Aunque hoy está considerada un clásico incontestable, La noche de los muertos vivientes sigue manteniendo el espíritu iconoclasta y provocador que ha agitado en sus butacas al público de diferentes generaciones. Romero fue capaz de generar una atmósfera inquietante obtenida de la mezcla de tres factores en apariencia dispares: por un lado las imágenes estilizadas que beben del expresionismo y del cómic de horror norteamericano, con angulaciones de plano y contrastes muy marcados de luces y sombras mediante la fotografía en blanco y negro. Por otro lado, también está presente la inmediatez y la energía propias del cine underground de la época, con el empleo de la cámara en mano y de movimientos bruscos que subrayan la violencia de las acciones. Y por fin, el realismo de los informativos que se recrean en las escenas en las que se avisa a la población del ataque de los muertos vivientes. Esta amalgama de estilos da como resultado un film extraño y perturbador, cuya carestía económica no es un inconveniente sino un acicate para buscar soluciones imaginativas.

Es verdad que, con la excepción de los protagonistas Duane Jones y Judith O'Dea, los demás actores se mueven entre el exceso y la frialdad en sus interpretaciones. El hecho de que todos ellos debuten aquí denota la naturaleza amateur del proyecto, si bien la película exhibe fuerza en la expresividad de los planos y el montaje. El director sabe desconcertar al espectador mediante giros inesperados en la trama y el aumento de la tensión que deriva en un desenlace demoledor, cuya moraleja iguala el peligro que suponen los zombis con el de los hombres.

En suma, la película posee las virtudes que definen una buena opera prima: la pasión por filmar y la voluntad de contar las cosas de manera distinta, con un punto de vista original. George A. Romero despliega un abanico de comportamientos humanos y perfiles psicológicos que hacen que La noche de los muertos vivientes no sea un simple entretenimiento de terror, sino un ejercicio de músculo cinematográfico dotado también de inteligencia, que el director irá desarrollando en mayor o en menor medida en su cine posterior.