HARDCORE. 1979, Paul Schrader

A mediados de los años setenta, Paul Schrader logra destacar como uno de los guionistas más prometedores del nuevo Hollywood por su trabajo en películas de Pollack, De Palma y Scorsese, especialmente tras haber colaborado con este último en Taxi Driver. Es entonces cuando Schrader decide lanzarse a la dirección, inaugurando una carrera llena de cimas y valles que dura hasta el presente. El segundo título de su filmografía es Hardcore, la cual contiene algunas de las características del mejor cine de la época: un tema controvertido, una puesta en escena vigorosa y un afán de realismo en las interpretaciones y en los escenarios.

Schrader narra la búsqueda de una joven desaparecida por parte de su padre, a través de los bajos fondos de diferentes ciudades de los Estados Unidos. Este detonante de la acción, ya de por sí dramático, se agrava con la contradicción entre la estricta moral del personaje interpretado por George C. Scott y el mundo de la pornografía al que conducen las pistas. Una sucesión de garitos, moteles y establecimientos oscuros donde el director adentra la cámara con la voluntad de mostrar lugares poco frecuentados por el cine convencional, rincones vedados a la sociedad biempensante que ilustran la cara oculta del sueño americano. Así pues, el atractivo de Hardcore reside en la antinomia de contemplar a un personaje fuera de su elemento, algo que el director y el actor protagonista logran desarrollar con convicción y energía, en una labor de creación conjunta que hace que la película trascienda la condición de thriller para adultos. Es también una parábola tenebrosa sobre la pérdida de la inocencia de una sociedad entregada al mercantilismo, la indefensión del individuo dentro de un sistema cada vez menos humano, así como la lucha de las viejas costumbres por su subsistencia.

Para representar estos conceptos, Schrader moldea personajes ambiguos bien interpretados por Season Hubley y por el carismático Peter Boyle, entre otros. Además, el director se rodea de profesionales muy representativos del momento: Jack Nitzsche en la composición musical, Tom Rolf en el montaje y Michael Chapman en la fotografía, quien dota de carácter al film gracias al empleo de colores densos y contrastes lumínicos. Hardcore posee el aroma del cine de su tiempo y ejerce una fascinación de la que es difícil sustraerse, a pesar de las turbiedades que revela la pantalla.

Se trata, en definitiva, de una de las películas más interesantes de Paul Schrader, aunque no sea de las más conocidas. Hardcore exhibe las cualidades de un estilo que no busca agradar al espectador, sino todo lo contrario: el director plantea cuestiones incómodas y sitúa al público en la piel del torturado protagonista encarnado con talento por George C. Scott. Él es el guía perfecto para visitar los sótanos del estado del bienestar, una excursión temible y a la vez tentadora.