TRAFIC. 1971, Jacques Tati

El último largometraje para el cine de Jacques Tati es también la despedida de monsieur Hulot, el personaje al que dio vida en tres títulos anteriores. La melancolía que conlleva este hecho se suma a la decepción de constatar que Trafic no es una buena película, y que desde luego no está a la altura de sus precedentes. La cualidad intemporal que hasta entonces ha poseído el cine de Tati se deteriora en la década de los setenta, ofreciendo un anacronismo que trata de preservar su naturaleza original adaptándose al presente. ¿Cómo? Pues de la manera más fácil: introduciendo personajes contemporáneos (hippies de guardarropa, chicas yeyé) y electrificando la música. Lo cual no es suficiente para revitalizar una fórmula que parece agotada. Hay un imperativo biológico, Tati tiene sesenta y tres años y en este final de carrera se hace evidente que su época es otra, aunque esta desubicación sea precisamente el núcleo argumental de su cine.

Tati retoma la idea de Hulot como personaje que intenta mantener su humanidad en un mundo que avanza a gran velocidad. Sus películas muestran fascinación por el movimiento y otorgan importancia a los medios de transporte, con especial énfasis de los coches. Trafic es el máximo ejemplo de esta obsesión. La trama gira en torno a una feria automovilística que se celebra en Ámsterdam y a la que intentan acudir los representantes de una marca francesa para presentar un nuevo modelo. Entre ellos está Hulot, quien tratará de sortear junto a sus compañeros los mil contratiempos que les esperan en el recorrido. Se trata de una road movie llena de gags que no siempre funcionan, y este es el problema principal de una comedia que aspira a hacer reír. El humor aquí desgranado por Tati pierde fuerza y se antoja demasiado simplón, casi infantil. Pero además hay otros inconvenientes que impiden que el conjunto adquiera cierto peso: hasta la llegada del tercer acto, los personajes resultan irrelevantes y demasiado funcionales, además de que por primera vez en la filmografía del director, Trafic desvela torpezas en el montaje y una planificación menos inspirada y concisa. Solo la bella fotografía en color es capaz de dar entidad visual a la película, proporcionando a los ojos el placer que no se puede obtener por otros medios.

Es una lástima que Trafic no cierre como sería deseable la obra cinematográfica de Jacques Tati, pero también es verdad que existen pocos directores (Huston, Bergman, Ozu) que han conservado hasta el final de sus carreras el brillo de sus mejores momentos. Aún así, el resultado irregular que ofrece Trafic no debería empañar el genio de un cineasta inolvidable y único como Jacques Tati.

A continuación, uno de los temas musicales que suenan en la película. Es una de las pocas composiciones que hizo para el cine Charles Dumont, autor de referencia en la última etapa de la cantante Edith Piaf, que en Trafic demuestra saber incluir los sonidos de la época en el universo de Tati. Relájense y disfruten: