MALPARTIDA FLUXUS VILLAGE. 2015, María Pérez Sanz

En su primer largometraje, María Pérez Sanz se adentra en un lugar emblemático para el arte de vanguardia en la provincia de Cáceres, su tierra natal. El Museo Vostell de Malpartida es el sitio elegido por la directora no solo para hablar de la obra del artista Wolf Vostell y del movimiento Fluxus, sino también para reflejar la relación de los vecinos con el espacio y su asimilación dentro de la comarca. Por lo tanto, Malpartida Fluxus Village tiene interés divulgativo, social, cultural y antropológico... además de un gran valor documental.

Se trata de una película hecha con pocos medios, que aprovecha con inteligencia el material de archivo para establecer diferentes planos temporales. El pasado y el presente se cruzan en la narración generando un diálogo que ocupa la primera mitad de la película, dedicada a trazar el perfil del protagonista. El carisma de Vostell se hace dueño del relato, su poderosa presencia y sus palabras concitan la atención hasta el momento de la muerte, cuando desaparece de la pantalla. Entonces toman el relevo la esposa y los amigos. Pérez Sanz hace una analogía del tiempo vital y el cinematográfico que a primera vista puede parecer sencilla, pero como sucede con todas las cosas sencillas, responde a una elaboración muy meditada. En apenas setenta minutos, el público puede contemplar las múltiples caras del poliedro con el que la directora da forma al film, una obra vista desde diferentes ángulos que inmiscuye a familiares, vecinos y colegas de profesión.

La segunda parte se centra en la vigencia del discurso de Vostell a través de viejos camaradas de visita en Malpartida. Nada menos que Philip Corner, Ben Patterson y Willem de Ridder, fundadores de Fluxus que se reúnen para celebrar los ochenta años que hubiese cumplido su anfitrión. Ahora es Mercedes, la viuda, quien se ocupa de la dirección artística del museo y de mantener vivo el legado de Vostell, así que todos se congregan para dedicarle brindis y realizar una última performance (en el caso de Patterson es literal, ya que murió unos meses después de filmar la escena), lo que hace que la película adquiera carácter testimonial. Sin duda, lo mejor de este segundo bloque son las reflexiones de de Ridder respecto al arte, que la directora fuerza con sus silencios en conversaciones grabadas con cercanía, de tú a tú. Pérez Sanz logra momentos de intimidad que añaden emoción al conjunto y hacen que detrás de los grandes gestos y las frases llamativas se vislumbren rasgos de humanidad.

Una vez que se apagan las voces y se retiran los invitados, la cineasta vuelve a recuperar la imagen del museo en su día a día. Fuera del horario de apertura, una empleada de la limpieza recorre con un plumero las instalaciones expuestas, lo que permite a la directora cerrar Malpartida Fluxus Village con una oportuna reflexión: con el paso del tiempo, el polvo también termina posándose sobre el arte que transgrede. Es un colofón sin evidencias, que da cuenta de la mirada aguda y atenta a los detalles de María Pérez Sanz.

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