EL PODER DEL PERRO. "The power of the dog" 2021, Jane Campion

Uno de los temas presentes en la filmografía de Jane Campion es la incidencia del espacio geográfico en los personajes, algo que la directora ha desarrollado en los distintos países donde ha situado sus historias. En El poder del perro viaja hasta Australia para recrear la Montana de 1925, un escenario de grandes parajes abiertos que conserva todavía el estilo de vida ganadero propio del western.

La mayor parte de la acción sucede en un rancho propiedad de dos hermanos de caracteres opuestos. Uno es educado y correcto, mientras que el otro es rudo y agresivo, se intuye que el primero se ocupa de los negocios y el segundo de las tareas del campo. La grieta que existe entre ambos se abre del todo cuando el hermano más civilizado conoce a una viuda que trabaja en una fonda junto a su hijo y se casa con ella. El muchacho se marcha a estudiar medicina y la mujer se traslada al rancho en contra de la opinión de su reciente cuñado, que la ve como una oportunista. Las relaciones entre estos cuatro personajes marcan la evolución de la trama, atravesada por sentimientos soterrados y un cuestionamiento en torno a actitudes de clase y de género.

Los momentos íntimos y los espacios cerrados se alternan con las escenas de exterior en la naturaleza, de la misma manera que los diálogos conviven con las situaciones puramente físicas. El hecho de que la palabra y el gesto tengan la misma importancia pone a prueba a los actores, un elenco integrado por Benedict Cumberbatch, Kirsten Dunst, Jesse Plemons y Kodi Smit-McPhee. Todos ellos inspirados y precisos, capaces de aportar una voz propia a sus personajes y multitud de matices. Sus interpretaciones son lo más parecido a instrumentos solistas bien afinados y conducidos por la batuta de Campion, que los envuelve en una atmósfera cada vez más opresiva y de gran estilización visual, con una gramática rica en movimientos de cámara, encuadres certeros y composiciones que buscan la escala humana dentro del paisaje.

Dicha atmósfera adquiere personalidad gracias a la fotografía ocre y contrastada de Ari Wegner, sumada a la música de expresividad contenida de Jonny Greenwood, las cuales contribuyen a dar forma a ese mundo apartado de la modernidad que se muestra El poder del perro a modo de parábola bíblica (Caín y Abel) o de cuento de Borges, aunque el origen del guion se encuentra en una novela de Thomas Savage. Se trata de un drama carente de la épica del western que recupera algunos rasgos característicos del género (la confrontación familiar, el ideal vaquero representado en la figura de Bronco Henry, los códigos de conducta del Oeste) y subvierte otros (la homosexualidad, el alcoholismo femenino, el triunfo de la sensibilidad sobre la fuerza). La directora maneja con destreza estos elementos para mantener el interés del espectador durante el metraje y elaborar una intriga de hondo calado humano, bien resuelta en el aspecto técnico y que aprovecha los recursos de la imagen para generar tensión. Si acaso, solo son reprochables algunos planos aéreos en movimiento que rompen la contemporaneidad de la película, haciendo que nos preguntemos si había helicópteros o drones a principios del siglo pasado.

En definitiva, El poder del perro supone la recuperación de Jane Campion para el cine después de una larga temporada dedicada a proyectos televisivos. La sexagenaria directora vuelve con fuerzas renovadas y una mirada cargada de intensidad y plenitud, que alcanza de lleno en el subconsciente de los personajes. Bienvenida sea.

A continuación, uno de los temas musicales compuestos por Jonny Greenwood que suenan en el film. Relájense y disfruten: