Se trata de la rue Daguerre, la cual toma su nombre del inventor de uno de los sistemas primitivos de fotografía, los daguerrotipos, y eso es precisamente lo que hace Varda: fijar para la posteridad un tiempo y un lugar determinados porque sabe que se están agotando. La directora captura los pequeños negocios que le rodean, peluquerías, carnicerías, cafés, una autoescuela... establecimientos que forman parte de la rutina del vecindario y que perviven al margen de las nuevas superficies que prosperan en otros barrios de París. Ella conoce bien y es conocida en esos sitios que elige filmar, lo cual establece una relación de confianza muy provechosa para la naturalidad con la que se desarrolla el documental. Apenas hay unas pocas declaraciones a cámara que dividen la película en bloques, y se corresponden con momentos en que los comerciantes cuentan cuánto tiempo llevan en el barrio, cómo conocieron a sus parejas y cuáles son sus sueños. Lo demás son escenas costumbristas de apertura y cierre de los locales, atención al cliente, reposición de mercancías, etc.
El único elemento excepcional en Daguerrotipos es la actuación de un mago que sirve además como nexo de unión, ya que se aprovechan sus números para dar paso a determinadas situaciones en paralelo... así, si el mago realiza un truco con fuego, a continuación se pasa a la secuencia en la que el panadero está trabajando en el horno, por ejemplo. De alguna manera, es como si la magia que ejecuta el mago fuera la del propio cine que es capaz de conectarlo todo mediante el montaje. Al igual que las personas a las que filma, Varda se reivindica ella también como practicante de un oficio que ejerce con sencillez y honestidad, situándose a la misma altura que sus interlocutores. La cámara es el testigo mudo que se sitúa en el mejor emplazamiento (a veces el único) para no interferir en las acciones, una cámara de súper 16 mm. que unos miran con curiosidad, otros con resignación, con gracia, con fastidio... de entre todos ellos, resulta emocionante la fijación de Varda en seguir los pasos de la anciana dependienta de Chardon Bleu, su mirada perdida que anuncia el deterioro, la conexión instintiva con el marido. Estos y otros muchos detalles completan el metraje de Daguerrotipos, un documental de referencia para reflexionar sobre la realidad en el cine y las posibilidades de ciertos films para convertirse en auténticas cápsulas de tiempo.