NO MIRES ARRIBA. "Don't look up" 2021, Adam McKay

No mires arriba sigue la estela de aquellas películas de catástrofes que proliferaron en los años setenta bajo una fórmula muy pautada, que aquí se rememora en clave de sátira. Los ingredientes eran: la descripción de una tragedia de origen natural o mecánico cuya tensión avanza in crescendo, la mezcla de géneros (drama, acción, romance) para acceder a un público amplio, y un reparto intergeneracional de estrellas. La habilidad de Adam McKay consiste en elaborar con estos elementos una incisiva crítica al sistema político, económico y social que rige el presente, sin abandonar el punto de vista de la comedia y con hechuras de gran producción.

Así pues, el humor que siempre ha recorrido la filmografía de McKay da un paso más en la búsqueda de mayor profundidad y sofisticación en el argumento, a pesar de lo abrupto de su estilo como director. No mires arriba es atropellada y algo errática en la narración, acumula más ideas de las que puede desarrollar y la planificación es en ocasiones deslavazada... lo cual no evita que el conjunto se siga con interés. El motivo es la capacidad que tiene el film para reflejar las miserias de una realidad demasiado reconocible. Por el metraje desfila una fauna de personajes que, no por caricaturescos, pierden verosimilitud: políticos conservadores en lo ideológico y en el poder que ostentan, periodistas capaces de trivializarlo todo con tal de contentar a la audiencia, patriotas de manual, grandes empresarios con vocación de mesías, masas de gente anestesiadas por las consignas que propagan los medios... todos ellos en contraposición a los representantes de la ciencia y el conocimiento, quienes tratan de advertir sin éxito del impacto inminente de un cometa cuya órbita le encamina hacia la Tierra.

De cuando en cuando, McKay introduce en el montaje imágenes que suceden en el resto del planeta: habitantes humanos y animales enredados en sus rutinas, ajenos a los desmanes de la Casa Blanca. Es una manera de mostrar que mientras los poderosos juegan a designar sobre la población, la vida sigue su curso. Esta decisión cinematográfica por parte del director se convierte también en una decisión política, que propone reflexiones mediante recursos visuales más allá de los diálogos y los gags.

Otra razón que revaloriza el peso de No mires arriba es la reunión de intérpretes formada por Leonardo DiCaprio, Jennifer Lawrence, Meryl Streep, Cate Blanchett, Mark Rylance, Jonah Hill, Ron Perlman, Timothée Chalamet... un plantel inabarcable de rostros conocidos y otros que no lo son tanto, pero que cumplen igual de bien. Todos en el registro de comedia adecuado, unos más expresivos y otros más moderados según las exigencias de sus personajes. Resulta admirable la capacidad de McKay para reírse hasta de las figuras reverenciadas por la cultura popular (Steve Jobs) o de sus propios compañeros de oficio, que aprovechan la desgracia para hacer una película de éxito. Es evidente que el director ha ideado el film al calor de las amenazas medioambientales y las crisis políticas que asoman todos los días en los informativos, provocando que No mires arriba destile una rabia sana y necesaria que no abunda en las producciones de Hollywood. Solo por eso merece la pena tener en cuenta esta película irregular e imperfecta, que avanza a trompicones movida por el combustible de la bilis.

A continuación, una muestra de la música compuesta por Nicholas Britell para el film. Sonidos enérgicos con arreglos de jazz para recibir el fin del mundo con una sonrisa. Relájense y disfruten: