EL CALLEJÓN DE LAS ALMAS PERDIDAS. "Nightmare Alley" 2021, Guillermo del Toro

Cuatro años después de La forma del agua, Guillermo del Toro continúa visitando el santuario de sus referencias cinéfilas con una nueva versión de El callejón de las almas perdidas, película que Edmund Goulding dirigió en 1947 a partir de la novela de William Lindsay Gresham. La excelencia de esta primera adaptación convierte la revisión en un reto que del Toro resuelve con inteligencia, ya que no trata de replicar el antecedente, sino de llevarlo a su propio terreno y explorar los aspectos de la historia más identificados con su cine. Así, hace que el primer acto en el circo cobre mucha mayor importancia y se regodea en los seres excéntricos que allí habitan. También potencia los aspectos oscuros de la trama y la violencia que estalla en la parte final, lo cual le otorga una personalidad distinta al film de Goulding, haciendo que sea más hipervitaminada y aparatosa según dictan las tendencias del presente.

El callejón de las almas perdidas está marcada por el estilo de del Toro, para bien y para mal. El director mexicano posee una gran capacidad para crear atmósferas y generar inquietud mediante recursos narrativos y de puesta en escena, un lenguaje que él domina y que alcanza aquí el manierismo. Las imágenes bellamente fotografiadas por Dan Laustsen emborrachan los ojos del público y se imponen sobre el relato, hasta el punto de llegar a ahogarlo en alguna ocasión. La cámara se crece y devora el escenario, sobrevuela sin cesar a los personajes y evita toda quietud, algo que se puede confundir con destreza visual, cuando en realidad la mayor parte de las veces obedece al capricho del cineasta. Se trata de un dinamismo arbitrario que entretiene la mirada, seduce, se recrea... esta actitud, demasiado habitual en los tiempos que corren, asume el riesgo de practicar una estética sin contenido. O dicho de otro modo: basta que todos los planos conlleven movimiento para que el movimiento pierda significado.

¿Es El callejón de las almas perdidas una mala película? De ninguna manera. Del Toro insufla energía de principio a fin, sabe desarrollar emociones y tiene sentido del misterio. Sus habilidades técnicas juegan a favor del conjunto, y logra involucrar al reparto de estrellas que le acompañan. Es verdad que Bradley Cooper no tiene el carisma de Tyrone Power, y que algunos secundarios son especialistas en robar protagonismo a los principales (Willem Dafoe, Ron Perlman, David Strathairn, Richard Jenkins). Cate Blanchett y Toni Collette brillan como siempre, mientras que Rooney Mara continúa llenando cada encuadre con su pequeña presencia, casi mágica. El paisaje humano de la película conjuga bien con el espacio físico que Guillermo del Toro inventa con sumo detalle, un espacio que nada tiene que ver con la realidad sino con el cine. La naturaleza de las imágenes de El callejón de las almas perdidas es premeditadamente artificiosa y busca trasladar al espectador a un universo onírico gobernado por las sensaciones, más que por los razonamientos. Es cine diseñado para satisfacer el placer de los cinéfilos, cine hedonista a pesar de la turbiedad de lo que cuenta.

En definitiva, El callejón de las almas perdidas es una evolución lógica en la trayectoria del director después de La forma del agua. Ambas películas miran atrás y reinterpretan el cine que gusta a del Toro, con una mezcla de veneración y apropiación que ojalá sirva para que las nuevas generaciones descubran aquellos títulos y géneros que no deberían caer en el olvido. A continuación, uno de los temas que integran la música compuesta por Nathan Johnson. Pura evocación sonora y melodías sugerentes que son el perfecto contrapunto a las imágenes. Relájense y disfruten: