La nómina de artistas implicados es digna del cartel más ambicioso: The Band, Janis Joplin, Grateful Dead y Buddy Guy entre otros, todos embarcados en una ruta a lo largo de tres ciudades en las que desplegaron su talento aunque, curiosamente, lo que de verdad resulta significativo es lo que sucede sobre los raíles. El material recuperado para el documental muestra a los artistas en interminables jam sessions que se desarrollaban durante el viaje, apretados en los vagones y ajenos a los coches-cama donde jamás descansaban. Son momentos impagables de compadreo, bebida y mucha música, en los cuales los pasajeros eran conscientes de pertenecer a un conjunto difícil de repetir. Aquí reside el valor de Festival Express, puesto que el resto de las imágenes de los conciertos (hay representación de los más significativos) no destaca por su calidad cinematográfica, todo está filmado por un pequeño equipo capitaneado por el realizador Frank Cvitanovich. Apelando a la nostalgia, Smeaton emplea el recurso de la pantalla partida que se popularizó en Woodstock, filmado un verano antes que Festival Express y que marcó la pauta que seguirían los siguientes documentales de conciertos.
Para dotar de contemporaneidad al film, Bob Smeaton introduce en el montaje entrevistas con algunos de los protagonistas que siguen vivos. Ellos cuentan en primera persona sus recuerdos y aportan una dimensión humana al valioso archivo que contiene Festival Express. Una película que se disfruta de principio a fin y que arroja luz sobre una gira no demasiado conocida para los aficionados del presente, quienes tienen la oportunidad de asomarse a los sonidos y al carácter de una época irrepetible.