La película es austera y minimalista, incluso en la duración, que apenas sobrepasa los sesenta minutos. Varda no necesita más para concentrar en el personaje principal los pensamientos y preocupaciones de una mujer de mediana edad que, de pronto, debe cambiar de vida en un barrio lleno de extranjeros como ella. Su mirada es la mirada extrañada y curiosa de Varda ante lo que le rodea, por eso la reiteración de primeros planos y planos medios para atrapar la humanidad, en concordancia con los planos generales que localizan el espacio. Mamou desempeña con destreza sus tareas como actriz y montadora, generando asociaciones entre unas imágenes y otras que permiten que fluya la narración. Así, por ejemplo, los movimientos de la mano de una mujer que remueve la arena de la playa anteceden a los movimientos de las manos en el aire de unos niños que juegan, en una sucesión dinámica de gestos.
La iluminación natural y el sonido directo aportan verosimilitud a un conjunto que se describe en los títulos iniciales como an emotion picture. Es cine impresionista que captura el aquí y el ahora, con una sencillez solo aparente en cuyo discurso fílmico tienen gran importancia las palabras. Varda se cuestiona el significado y el significante de muchas de ellas a través de la voz en off de la protagonista, en un intercambio recíproco entre elementos visuales y literarios. En suma, Documenteur es una pequeña joya que posee las reflexiones de un ensayo cinematográfico, con voluntad de crónica y espíritu de poema.