DOCUMENTEUR. 1981, Agnès Varda

En 1981, doce años después de haber realizado Lions love, Agnès Varda regresa a Los Ángeles para filmar el documental Murs murs, con un reducido equipo técnico que incluye a la montadora Sabine Mamou. Una vez allí, la directora francesa decide aprovechar la estancia e improvisar una película que ahonde en su interés por retratar las caras propias de cada lugar, el vínculo de las personas con el entorno que habitan. Para ello elige a Mamou como protagonista, quien interpreta a una mujer recién separada que trata de salir adelante al cuidado de su hijo en los suburbios de la ciudad californiana. El pequeño tiene los rasgos de Mathieu Demy, el hijo que Varda tuvo con Jacques Demy, lo cual explica la cercanía y la implicación de la cineasta con este proyecto que registra una realidad cotidiana en las grandes urbes. De ahí el título, Documenteur, si bien se trata de una ficción cuidadosamente expuesta para provocar el equívoco entre invención y verdad, una constante en la obra de Varda. No en vano, se preocupa por introducir en la trama situaciones imprevistas que acontecen en el rodaje, valgan como casos la discusión de una pareja en la puerta de su casa o el extraño sepelio en la playa.

La película es austera y minimalista, incluso en la duración, que apenas sobrepasa los sesenta minutos. Varda no necesita más para concentrar en el personaje principal los pensamientos y preocupaciones de una mujer de mediana edad que, de pronto, debe cambiar de vida en un barrio lleno de extranjeros como ella. Su mirada es la mirada extrañada y curiosa de Varda ante lo que le rodea, por eso la reiteración de primeros planos y planos medios para atrapar la humanidad, en concordancia con los planos generales que localizan el espacio. Mamou desempeña con destreza sus tareas como actriz y montadora, generando asociaciones entre unas imágenes y otras que permiten que fluya la narración. Así, por ejemplo, los movimientos de la mano de una mujer que remueve la arena de la playa anteceden a los movimientos de las manos en el aire de unos niños que juegan, en una sucesión dinámica de gestos.

La iluminación natural y el sonido directo aportan verosimilitud a un conjunto que se describe en los títulos iniciales como an emotion picture. Es cine impresionista que captura el aquí y el ahora, con una sencillez solo aparente en cuyo discurso fílmico tienen gran importancia las palabras. Varda se cuestiona el significado y el significante de muchas de ellas a través de la voz en off de la protagonista, en un intercambio recíproco entre elementos visuales y literarios. En suma, Documenteur es una pequeña joya que posee las reflexiones de un ensayo cinematográfico, con voluntad de crónica y espíritu de poema.