SIN TECHO NI LEY. "Sans toit ni loi" 1985, Agnès Varda

A lo largo de su trayectoria, Agnès Varda va evolucionando su estilo desde el manierismo inicial todavía influido por la fotografía hasta alcanzar la sobriedad posterior, con una mirada más elemental. Buen ejemplo de esto último es Sin techo ni ley, tal vez la película más trágica de la directora francesa y una de las más redondas de su filmografía. El punto de partida es un suceso que podría aparecer en la sección local de cualquier informativo: una persona sin hogar aparece muerta en una madrugada de invierno, sin que nadie conozca el motivo preciso ni sus datos personales. Frente al cuerpo inerte, los gendarmes determinan que se trata de una muerte natural, a causa del abandono y el frío. A partir de ahí, Varda narra las semanas anteriores de la joven fallecida y las vicisitudes que la conducen hasta esa situación, dándole nombre e identidad a través de la voz en off. Esta significación del sujeto proporciona sentido al film, en base a humanizar lo que la sociedad suele desechar sin caer por ello en la condescendencia.

Varda reconstruye el relato de Mona a través de quienes se cruzaron con ella en el camino, ya que el personaje está definido por el tránsito, el deambular sin rumbo fijo de un lugar a otro del sur de Francia. Sin techo ni ley recoge los testimonios de las personas que se relacionaron con Mona a modo de crónica periodística, con los personajes hablando a cámara incluso cuando se recrean determinadas situaciones que mezclan el pasado con el presente. Es por eso que la película adopta un tiempo propio en el que lo vivido tiene el mismo valor que el instante actual. Dentro del naturalismo del conjunto, cada una de las acciones está marcada por un hecho irrefutable y es la defunción de la protagonista, interpretada por Sandrine Bonnaire.

Dieciocho años tiene la actriz en el momento del rodaje, una edad que no se corresponde con la concisión y la sabiduría del trabajo que desempeña. Ella sostiene el film con su presencia que se va deteriorando a medida que avanza la narración hasta llegar de nuevo al comienzo, en una estructura circular que tiene mucho que ver con lo errático de su devenir. En uno de los diálogos se hace notar la doble acepción del verbo errar, porque Mona obtiene oportunidades de prosperar pero no las aprovecha, su destino es moverse y no quedarse quieta, aunque las cosas parezca que le pueden ir bien. Del mismo modo, Varda mueve la cámara repetidamente en travellings que siguen al personaje siempre en la misma dirección: de derecha a izquierda, es decir, del fin al principio.

La directora adecúa el lenguaje cinematográfico a la trama, dotando de coherencia y solidez a la película. Por todos estos motivos, Sin techo ni ley rebosa humanidad sin caer nunca en obviedades, es precisa sin perder la frescura y logra golpear la conciencia del espectador sin recurrir a trucos fáciles. Son algunas de las virtudes que luce Agnès Varda en esta película que marca su periodo de madurez creativa y con la que es reconocida en diversos festivales internacionales.

A continuación, un fragmento del documental Varda por Agnès en el que ella misma revela algunas claves de la película, ideales para complementar el visionado.