THE VAST OF NIGHT. 2018, Andrew Patterson

Siempre es una buena noticia la llegada de nombres nuevos al panorama cinematográfico y la actualización de profesionales dentro de la industria. Más aún cuando los recién incorporados lo hacen contra viento y marea, rechazando las imposiciones de los estudios, las fórmulas preestablecidas y los modelos hegemónicos de producción... y también cuando consiguen esquivar las ambiciones y las veleidades propias de los autores primerizos. Andrew Patterson pertenece a esta estirpe de directores que logran superar la indiferencia de las distribuidoras y, tras sufrir el rechazo múltiple de los festivales, al final son capaces de estrenar su opera prima despertando el entusiasmo de los críticos y aficionados. No es para menos, porque The vast of night es uno de los debuts más deslumbrantes de los últimos tiempos, una película nacida en la más absoluta independencia y que ha terminado cosechando los esfuerzos invertidos en su elaboración.

Además de dirigir, Patterson produce, monta y escribe la película, esto último en compañía de Craig W. Sanger. Semejante control del proceso tiene como resultado un film compacto y sin fisuras, consciente de sus aspiraciones y de lo que pretende contar en todo momento. Con un presupuesto muy ajustado y la entrega de los equipos técnico y artístico, Patterson cumple el sueño de resucitar el formato del serial de misterio y ciencia ficción característico de la televisión de los años cincuenta y sesenta, al estilo de The Twilight Zone o The Outer Limits. Así, la película comienza con la cabecera de un viejo programa titulado The vast of night, que se desarrolla siguiendo la estructura clásica de los tres actos, bien diferenciados a lo largo del metraje mediante interludios que recrean la calidad catódica. Las demás imágenes del film son bien distintas, con un tratamiento estético muy cuidado tanto en la ambientación de época (vestuario, peluquería, decorados) como en lo formal. La fotografía nocturna de Miguel I. Littin-Menz saca el máximo partido de los contrastes de luces y sombras, y otorga a la oscuridad un sentido dramático que, lejos de ocultar, sugiere. La traducción del título en español (La vasta noche) incide en esta idea y envuelve a los dos personajes principales, un locutor de radio y una operadora telefónica, en una atmósfera de intriga y tensión que evoluciona casi en tiempo real, durante noventa minutos. De ahí el empleo de planos secuencia, para inducir el extrañamiento del público y hacer que experimente las mismas sensaciones que los protagonistas.

Son tomas largas muy elaboradas y de gran complejidad, algunas de ellas por interpretación (como la de Fay comunicándose por cable con varias personas tras escuchar las señales sonoras de origen desconocido) y otras por su acrobacia visual (el avance de la cámara a través de diversos emplazamientos interiores y exteriores del pueblo, lo cual incluye atravesar un partido de baloncesto). Estos planos secuencia se intercalan con segmentos fraccionados en el montaje que muestran acciones rápidas y en detalle (la manipulación de la centralita, las carreras a pie o en coche) para potenciar el nervio del conjunto, con un dominio del lenguaje cinematográfico impropio de un debutante. Patterson hace un ejercicio de dinamismo sin arbitrariedades, porque todas sus decisiones de puesta en escena obedecen a un propósito narrativo y favorecen que el relato no se detenga, incluso cuando parece que puede haber una pausa (la visita a la casa de la anciana, por ejemplo). The vast of night es una exhibición de cine que se ve y también se oye, ya que el sonido es igualmente importante. Basta comprobar el oficio de los protagonistas y su incidencia en la trama, si bien es verdad que todas las virtudes señaladas hasta aquí no serían nada sin las interpretaciones de Sierra McCormick y Jake Horowitz. Dos actores en estado de gracia que dotan de humanidad lo que se podría haber quedado en una ostentación de virtuosismo, poniendo credibilidad y cercanía a esta aventura de tintes sobrenaturales.

En resumen, hay motivos de sobra para tener en cuenta The vast of night. Una de las sorpresas más gratas de la pasada década y la puesta de largo de Andrew Patterson, un director que demuestra algo tan difícil como es saber conjugar las claves del género con el cine de autor. Bienvenido sea.