LAS CHICAS ESTÁN BIEN. 2023, Itsaso Arana

En su debut como directora, Itsaso Arana se rodea de personas de confianza que le permiten sentirse segura para poder indagar. Porque Las chicas están bien es, entre otras cosas, un juego narrativo entre afines, un ejercicio de libertad creativa en un entorno natural que abre espacios para la reflexión y las emociones. La familia que conforman los integrantes de Los Ilusos Films se traslada hasta una pequeña localidad de León y llevan a la práctica un experimento cinematográfico consistente en crear una película a partir de las personalidades de las actrices que intervienen en ella. Hay un guion establecido, escrito por la propia Arana, con una idea base: cada una interpreta una versión de sí misma en torno a los preparativos de una obra de teatro ambientada en el siglo XVII. Es el cuento de una princesa y sus hermanas que se relacionan en un mundo sin hombres, ausentes en el frente de batalla. Tampoco en el presente hay hombres salvo uno, que aparece al final con aspecto de príncipe desgarbado y fuera de lugar. ¿Se trata de cine feminista? Evidentemente, tal vez uno de los ejemplos más lúcidos y gozosos filmados en los últimos tiempos. Pero también se puede prescindir de los adjetivos y hablar de cine sin más y sin menos, cine en estado genuino, cine en esencia.

Las chicas están bien mantiene una estructura sencilla, dividida en capítulos que se corresponden con diferentes momentos que pasan juntas las protagonistas. Desde la llegada a la casa campestre donde van a compartir unos días de verano para ensayar, hasta la partida. Allí les reciben una niña y su abuela, lo cual completa el abanico de edades propuesto por Arana para universalizar la historia. Por supuesto, hay un componente generacional y una voluntad testimonial por fijar los pensamientos, los deseos y las decepciones de un grupo de mujeres en el que cualquiera puede reconocerse. Todo desde la cercanía y con un lenguaje asequible en lo visual y en lo literario, con evocaciones a Rohmer, Varda y otros cineastas que alimentan el universo referencial de la directora.

La banda sonora de la película mezcla, por ejemplo, músicas de Bach y Christina Rosenvinge, una muestra de la heterogeneidad del conjunto que no deja de ser compacto y al mismo tiempo ligero. Es como si Arana convocase a las musas del arte para dejarse inspirar por ellas, todas dotadas de frescura y con los rostros de Bárbara Lennie, Irene Escolar, Helena Ezquerro e Itziar Manero, aparte de la propia Itsaso Arana. La camaradería que se establece traspasa la pantalla y mece al público entre diálogos elocuentes, gestos, miradas y sus correspondientes reacciones. Es fácil percibir que las cinco actrices disfrutan del trabajo colectivo, se hacen crecer las unas a las otras y brillan en las escenas en las que aparecen solas, escasas pero de gran calado dramático. Los equívocos intencionados entre realidad y ficción hacen que el argumento se siga con interés, e incluso en determinados tramos con pasión (el monólogo mirando a cámara de Lennie o el de Manero grabando un audio para su madre). Son instantes que rompen con el ambiente estival e incorporan una gravedad imprevista en el metraje, provocando estímulos que permanecen después de haber abandonado la sala.

Tanto la planificación como el montaje evitan cualquier recurso que no contribuya a desarrollar la trama, lo que no significa que el estilo empleado por Arana resulte aséptico. Al contrario: hay movimientos de cámara efectuados con destreza (durante la conversación nocturna en el exterior de la casa) o fundidos encadenados de imágenes que añaden una particular percepción del tiempo (en la escena en que los personajes ensayan en la cama). Todo ello sin caer en la gratuidad o el exceso, porque una de las cualidades de Las chicas están bien reside en la contención y en el uso de las herramientas adecuadas en el momento preciso. En suma, cabe recibir la opera prima de Itsaso Arana con la celebración que se reserva a los grandes hallazgos, una sorpresa en la que se adivina la influencia del productor Jonás Trueba y que queda definida en una de las conversaciones, cuando el personaje de Lennie lee las palabras de Arana: "Las películas son cartas al futuro." Desde luego, esta lo es.