ELS ENCANTATS. 2022, Elena Trapé

Dentro de un tiempo, bastará que los analistas y los estudiosos contemplen el cine del presente para entender muchas de las inquietudes de nuestra sociedad. Sobre todo en lo tocante a las diversas realidades femeninas, dado el creciente número de películas dirigidas por mujeres que abordan sus propias problemáticas y las sitúan en el contexto actual. Así lo demuestran títulos como Cinco lobitos, La maternal, El agua o Las chicas están bien, a los que se suma Els encantats, tercer largometraje de ficción de Elena Trapé. La directora narra tres días en la vida de Irene, una treintañera recién separada que sufre por primera vez las incertidumbres de la custodia compartida, lo cual le sirve también para afrontar sus heridas internas.

La película comienza en Barcelona, donde la protagonista despide a su hija para dejarla con el padre, en una secuencia filmada en un solo plano que es un prodigio de interpretación y puesta en escena. Laia Costa hace suya la intimidad de Irene y la trasluce en la mirada y los gestos, con un dominio de la voz y los recursos físicos que la sitúan entre las mejores actrices de su generación. Ella sostiene la película con naturalidad y sin aspavientos, en consonancia con el tono desarrollado por Trapé, quien acierta casi siempre en el punto de vista (hay excepciones arbitrarias, como situar la cámara dentro del coche mientras Irene y Eric se alejan por el monte). La acción de Els encantats se traslada luego hasta un pequeño pueblo del Pirineo catalán, y allí también hay un largo movimiento de cámara que recorre el nuevo escenario doméstico de Irene, una panorámica que describe el refugio en el que ella busca recuperar la seguridad perdida. Pero la belleza del paisaje y las antiguas amistades no son suficientes para aliviar el dolor, ni siquiera el placebo de un nuevo ligue ante el que renuncia a la función de cuidadora. Trapé tiene la habilidad de no caer en los discursos evidentes ni en querer dejar claras sus intenciones fuera de los recursos cinematográficos, mediante la imagen y el sonido. La única salvedad es el plano final de Irene explicándose al teléfono, un momento de intenso dramatismo en el que la palabra se erige como herramienta expresiva y como catarsis para cerrar el film arrojando al espectador la angustia existencial de la protagonista, que es la misma que la de tantas personas en situaciones similares.

Els encantats tiene, por lo tanto, la virtud de hablar de un presente reconocible. Es cine oportuno y no oportunista, cine que observa la realidad y la proyecta demostrando respeto por el público. Cine de ahora que nos explicará mañana.