EL PAN DE LA GUERRA. "The breadwinner" 2017, Nora Twomey

La directora Nora Twomey prosigue su andadura con el estudio Cartoon Saloon, ocho años después de haber tocado el cielo realizando junto a Tomm Moore El secreto del libro de Kells. En esta ocasión debuta en solitario con la adaptación de El pan de la guerra, novela de Deborah Ellis que retrata la odisea de una niña que debe hacerse pasar por varón para sacar adelante a su familia en medio de la represión impuesta por los talibanes en Afganistán. Un argumento con similitudes a otras películas como Osama y Baran, que aquí se renueva gracias a la prodigiosa inventiva que permite la animación.
El guion se divide en dos planos narrativos que avanzan en paralelo: por un lado, la historia de la familia que sufre la ausencia del padre, expuesta en tono realista y con un lenguaje cinematográfico muy elocuente. Por otro lado, el cuento al que recurre la protagonista para evadirse del entorno, una antigua leyenda que adopta un estilo visual más cercano a la ilustración y un punto de vista frontal. La convivencia entre ambos relatos remite a la estructura de Las mil y una noches, lo que facilita la digestión del drama y convierte la pantalla en un lienzo de gran expresividad y belleza.
El ritmo que imprime Twomey, sumado a la variedad de ángulos y de tamaños con los que vertebra el montaje, adscriben la película dentro de los cánones clásicos, lejos del artificio y la retórica digital que muchas veces satura el reciente cine de animación. El pan de la guerra posee la virtud de la madurez, lo que no equivale a decir que vaya orientada en exclusiva a un público adulto. Eso sería acotar el alcance de esta gran película, toda una lección de cómo exponer unos hechos terribles de manera accesible, sin espantar al público infantil pero también sin caer en la banalidad. En definitiva se trata de un film importante, capaz de entretener y al mismo tiempo dejar testimonio de los horrores de un lugar del planeta que El pan de la guerra reclama atender.