THE GUILTY. "Den skyldige" 2018, Gustav Möller

Uno de los tópicos asociados a la industria del cine se corresponde con la figura del joven director que busca llamar la atención con su primer largometraje, pero carece del presupuesto necesario para llevar a cabo una gran producción. Si el aspirante tiene inventiva, conseguirá crear una película capaz de solventar la escasez financiera y, si además le acompaña el talento, probablemente le seleccionarán en algún festival influyente y terminará despertando el interés de un estudio dispuesto a apoyar la continuidad de su carrera. Esta sucesión de acontecimientos ha supuesto el inicio de muchos cineastas: George Lucas, David Lynch, Quentin Tarantino, Vincenzo Natali, Darren Aronofsky... todos ellos querían deslumbrar al público con películas que diesen cuenta de sus aptitudes. A esta lista de nombres se suma Gustav Möller, quien con apenas treinta años realiza un contundente thriller lleno de tensión y emociones, con la originalidad de que sucede en un único escenario y con apenas un personaje en pantalla. Semejante economía de medios no le impide lograr una película sorprendente, capaz de permanecer mucho tiempo en la memoria del espectador.
The guilty maneja pocos recursos, pero lo hace de manera convincente. El guión escrito en colaboración por Möller y Emil Nygaard Albertsen se enfrenta al reto de contar una historia en tiempo real. Los ochenta y cinco minutos de metraje son los mismos que el protagonista, un policía relegado a atender las emergencias telefónicas del turno de noche, invierte en tratar de resolver a distancia un caso de extrema gravedad. La situación no solo le pondrá a prueba como profesional, sino que también hará mella en la delicada situación personal que atraviesa. Hay que tener en cuenta que las principales acciones suceden al otro lado del hilo telefónico y, por lo tanto, son narradas en off mediante diálogos, recursos sonoros... y lo que es más importante: la imaginación del espectador. El acierto consiste en hacer partícipe de la trama al público en todo momento, ya que éste debe visualizar en su mente lo que no se muestra en la pantalla, un efecto que redobla la eficacia del film.
La dirección que exhibe The guilty juega también a favor del relato. Möller resuelve las limitaciones visuales mediante una variedad de emplazamientos de cámara, angulaciones y tamaños de plano que potencian el dinamismo sin llegar a caer nunca en la gratuidad ni el exceso. Porque el director sueco tiene muy claro que la puesta en escena y las demás herramientas de la ficción se concentran en el rostro de Jakob Cedergren, quien interpreta al protagonista. El actor desarrolla su papel con inteligencia y virtuosismo, en un auténtico recital cuyo mérito es la contención. El gesto, la voz y la mirada de Cedergren ocupan el encuadre y transmiten una crispación que solo emerge cuando es necesario, acorde con el tono que adquiere el conjunto. Möller aplica un inteligente sentido de la medida y una dosificación del drama que aleja la película de la mera ocurrencia, algo a lo parecía abocada observando la sencillez del planteamiento. En lugar de eso, The guilty plantea cuestiones complejas sin necesidad de dar respuestas ni emitir juicios de valor, en torno a la asunción de responsabilidades, la relatividad del bien y del mal, el compromiso y sus consecuencias.
Así pues, la conjunción perfecta y equilibrada del guión, la dirección y la interpretación convierten a The guilty en un auténtico espectáculo minimalista, un brillante ejercicio de estilo dotado de garra y talento que ojalá se perpetúe en los próximos proyectos de Gustav Möller. El tiempo dirá si el genio que irradia esta opera prima resiste a la abundancia de elementos, o si precisamente son las carencias las que obligan a avivar las buenas ideas. Habrá que prestar atención.