LEJOS DEL MUNDANAL RUIDO. "Far from the madding crowd" 1967, John Schlesinger

Los años sesenta y setenta fueron el periodo de mayor reconocimiento para John Schlesinger, tanto en su Inglaterra natal como en los Estados Unidos. A una y otra filmografía pertenecen títulos tan fundamentales como Darling y Cowboy de medianoche, y precisamente entre ambas se encuentra su primer film de época, la adaptación de la novela de Thomas Hardy Lejos del mundanal ruido. Un título que Schlesinger rueda en el condado de Dorset y a mayor gloria de la belleza de su protagonista, una Julie Christie en plena efervescencia al frente de un reparto que incluye a Terence Stamp, Peter Finch y Alan Bates, entre otros nombres. Todos magníficos en su representación de las diferentes clases sociales que rodean al personaje principal, una terrateniente que atrae a los hombres con la misma eficacia con la que evita el compromiso. Detrás del folletín amoroso y del relato de costumbres subyace un poderoso discurso en torno a la emancipación de la mujer y al cuestionamiento de las tradiciones basadas en la desigualdad, al cual Schlesinger saca el máximo partido.

Si bien el argumento da continuidad a los intereses tratados por el director en sus anteriores títulos, Lejos del mundanal ruido supone un giro en las formas, ya que Schlesinger intercala el clasicismo heredado de la literatura y la pintura con algunas expresiones del free cinema. Una fórmula que pocos años antes le había reportado éxito a Tony Richardson con Tom Jones, y que Schlesinger evoluciona en una narración dilatada, de casi tres horas, que transcurren a velocidad de crucero. Esta convivencia de lenguajes en la misma película no siempre se produce de manera orgánica, por ejemplo, la modernidad que introducen los planos subjetivos funciona según el momento, y hay escenas que pretenden sorprender y hoy se muestran absurdas (el cortejo con el sable en mitad de la campiña). Sin embargo, abundan las secuencias brillantes que conjugan bien el movimiento interno y externo del plano, la interpretación de los actores y el empleo de los medios técnicos. Uno de los aspectos más llamativos del film es la fotografía de Nicolas Roeg, de influencias pictóricas en los encuadres y en la paleta de colores, acorde con la esmerada dirección de arte. Lejos del mundanal ruido depara placer a la vista y también al oído, gracias a los diálogos afinados en el guion y a la música compuesta por Richard Rodney Bennett. En conjunto, el cuarto largometraje de John Schlesinger posee ritmo, inspiración y un acabado depurado que se sitúa entre lo mejor del director, quien siempre amoldó su estilo al servicio de la película que tenía entre manos.