Buena parte de los méritos de la película se concentran en sus jóvenes actrices, Louise Blachère, Adèle Haenel y Pauline Acquart, quienes resuelven con naturalidad sus personajes. Sciamma las sitúa dentro de encuadres geométricos que buscan cierta estilización mediante los colores y la disposición de los elementos en el plano. Hay una intención estética además de narrativa por parte de la directora de sintetizar el relato y conservar la misma esencia que define a las protagonistas. Se nota que la cineasta francesa sabe de lo que habla y que refleja en la pantalla muchas de sus experiencias, no en vano apenas llegaba a la treintena cuando dirigió Water Lilies. Una película acerca de la iniciación a la madurez que consigue dotar de universalidad una vivencia íntima, amplificando el testimonio de Céline Sciamma y haciéndolo coincidir con el de tantas mujeres cuyos afectos se apartan de la tradición establecida.
A continuación, un breve vídeo ensayo cortesía de Little White Lies que ilustra la paleta cromática empleada por la cineasta en colaboración con Crystel Fournier, la directora de fotografía de sus tres primeras películas, y Claire Mathon. Relájense y disfruten: