Se trata, por lo tanto, de un film con una clara intención promocional. Que nadie busque rigor informativo ni objetivismo porque no lo encontrará, Benjamin y Gabe Turner realizan a través de su productora Fulwell 73 un panegírico de influencia televisiva que se amolda a las convenciones del género: hay declaraciones a cámara, fotografías animadas digitalmente y elementos gráficos diseñados con esmero, imágenes actuales y, sin duda, lo más interesante del conjunto: las actuaciones recuperadas de artistas como Marvin Gaye, The Supremes, Stevie Wonder, The Temptations, The Four Tops, The Jackson 5... y muchos más, todos ellos parte de la cultura popular del siglo XX.
La película ha sido elaborada para garantizar el placer de los melómanos, pero no tanto de los que pretendan acercarse a la realidad de una empresa que fue capaz de situar un buen número de canciones en las listas de éxito, pero que a veces lo consiguió practicando técnicas de explotación y deslealtad sobre sus empleados. Nada de esto aparece en el documental, de la misma manera que se omite la decadencia de Motown a partir de los años 80. Los hermanos Turner retratan solo los días de gloria durante la década de los 60 y primeros 70, ofreciendo una visión idealizada, incompleta y bastante parcial de los hechos. Lo cual les hace pasar de puntillas sobre conceptos como la dura competitividad que promovían entre los músicos, por ejemplo.
El carisma de Gordy y Robinson marca el tono de la narración, que fluye con ritmo y energía a lo largo de sus casi dos horas de duración. En resumen, La historia de Motown es una cita obligada para los amantes del soul y el pop, que tiene grandes cualidades como entretenimiento pero no tantas como cine documental.