POLYTECHNIQUE. 2009, Denis Villeneuve

En la primera década del presente siglo, Denis Villeneuve era considerado uno de los cineastas más prometedores de Canadá, con una repercusión que iba creciendo en los festivales. Por eso en 2009 y recién cumplidos los cuarenta, el director ya se sentía seguro para acometer un proyecto que exigía audacia y compromiso, el cual recreaba un suceso trágico que había sacudido a la sociedad del país veinte años atrás: la matanza en la Facultad Politécnica de Montreal de manos de un joven perturbado por la aversión hacia las mujeres. Todas sus víctimas eran alumnas de la Escuela, a quienes disparó indiscriminadamente sembrando el terror en el centro. Esta selección arbitraria de las muertes y el hecho de que el asesino actuase movido por el odio y la intolerancia dan pie a Villeneuve para establecer un discurso feminista en el que residen las virtudes y, al mismo tiempo, los problemas que contiene la película.

Nada más comenzar, un rótulo avisa de que Polytechnique está basada en los testimonios de los supervivientes y de que los personajes que aparecen son inventados para preservar el respeto y la intimidad de los damnificados. La narración adopta tres protagonistas: el magnicida, una de las víctimas y un estudiante que vive atormentado por no haber hecho lo suficiente cuando irrumpió el terror. El guion los presenta mediante escenas que anteceden a la catástrofe, así como también hay momentos posteriores que ilustran las consecuencias. Todo ello expuesto en menos de ochenta minutos en los que se acusa cierto esquematismo y una voluntad demasiado evidente por parte del director de elaborar una parábola casi de tintes religiosos, en la que operan el bien, el mal, la culpa, la inmolación y el martirio de inocentes. Villeneuve expone el suceso como un moderno holocausto filmado en blanco y negro y con una elocuencia visual que sorprende, a veces incluso demasiado. Las capacidades del director son tan manifiestas que llegan a rozar el exhibicionismo, a veces de manera caprichosa mediante movimientos de cámara y angulaciones que hipnotizan al espectador sin aportar nada al relato. Esto no sucede siempre pero, cuando sucede, es demasiado llamativo, como si Villeneuve tuviera prisa por demostrar sus habilidades y llamar la atención del público, algo que logrará con justicia en su siguiente título, Incendies.

En su tercer largometraje, Denis Villeneuve ejercita un rico lenguaje estético relacionado siempre con el espacio, que pone énfasis en el encuadre, la profundidad de campo y el foco. La energía y la destreza que el director invierte en los aspectos técnicos no logran consistencia en el conjunto, un híbrido que mezcla la acción y el suspense de las secuencias de la masacre, con el alegato en favor de la igualdad contenido en la moraleja. De este modo, Polytechnique plantea el debate de si el fin justifica los medios a la hora de trasladar a la pantalla un argumento controvertido. Expresado en otras palabras: si la estilización de una denuncia contribuye a su legitimidad, y si simplificar el discurso es el precio a pagar para suscitar emociones en el espectador. Sea cual sea la respuesta, lo cierto es que Denis Villeneuve tuvo aquí la oportunidad de hacer una película relevante, que no termina de serlo por su afán de conmocionar al público mediante recursos un tanto obvios, que sin duda se hubieran beneficiado de una mayor complejidad y desarrollo. Aún así, cabe valorar la película por atreverse a ingresar en esa galería de los horrores a la que pertenecen títulos como Elephant, realizada un lustro antes, y con la posterior Utoya, que suple el feminicidio por la ideología política.