INCENDIES. 2010, Denis Villeneuve

La ficción toma caminos que parten siempre de la realidad. Así lleva sucediendo desde la época de los antiguos griegos: una gesta heroica o un acto abominable sirven para reflejar lo mejor y lo peor de la condición humana con el propósito de que el público reflexione, se entretenga y, en el mejor de los casos, sea capaz de responder a las preguntas que plantea el autor. Por eso lo importante no son las historias en sí, sino la manera de contarlas. El dramaturgo Wajdi Mouawad estrenó en 2003 la obra Incendies, una actualización de la tragedia clásica que adoptaba como trasfondo la guerra del Líbano y el drama contemporáneo de los refugiados. Unos años después, el cineasta Denis Villeneuve convierte el texto en un guion que él mismo traslada a la pantalla tras haber sido reconocido como una de las figuras emergentes de Canadá, su país de origen. La película le permite irrumpir en el panorama internacional e iniciar una carrera en Hollywood que dura hasta la fecha, haciéndose cargo de grandes proyectos no exentos de riesgo. Todos ellos tienen algo en común: la capacidad de impacto mediante tramas intensas e imágenes poderosas.
Filmada en diversas localizaciones de Quebec y Jordania, Incendies es, ante todo, una denuncia rotunda del horror y las secuelas ocasionadas por los conflictos bélicos. Según la intención de cada escena, Villeneuve es más o menos explícito al exponer unos actos marcados por la sinrazón, poniendo en práctica su habilidad para dosificar las tensiones en ascenso. Por eso Incendies se podría definir como un drama con estructura de thriller en el que las emociones llevan las riendas. La evolución de la película va desvelando el misterio que envuelve a los protagonistas a modo de fábula perversa, en un argumento prolijo que contiene numerosos escenarios y elipsis temporales. El carácter de los personajes deposita gran responsabilidad en los actores, un magnífico reparto en el que Lubna Azabal se deja la piel frente a la cámara. Su interpretación dota el conjunto de trascendencia, si bien no se trata de una película perfecta. El lenguaje visual empleado por Villeneuve en ocasiones abusa sin motivo de los primeros planos, así como se aprecian ciertas discordancias relacionadas con el videoclip, derivadas de la presencia de una canción de Radiohead dentro de la banda sonora. También hay algunos giros argumentales faltos de credibilidad (la transformación del personaje de Azabal, de víctima desconsolada a fría ejecutora en apenas dos planos). Son aspectos que debilitan la película sin herirla, puesto que sus virtudes brillan con fuerza: la sobriedad, el ritmo y las actuaciones hacen que Incendies tenga pegada y permanezca en la memoria del espectador. 
En resumen, el cuarto largometraje de Denis Villeneuve supone una diatriba en contra de las intransigencias y un alegato no solo en favor de la paz, sino también de la tradición narrativa que primero fue suceso, luego teatro y luego cine. Una vía opuesta a la que el director experimenta un año después en el cortometraje Rated R for nudity, de naturaleza vanguardista. Pueden verlo a continuación (epilépticos abstenerse). Que lo disfruten: