SEXPERIENCIAS. 1968, José María Nunes

José María Nunes fue uno de los impulsores y máximos exponentes de la Escuela de Barcelona, aquella corriente de vanguardia cinematográfica nutrida de artistas e intelectuales de la gouche divine en los años sesenta. La influencia francesa de la nouvelle vague queda patente en Sexperiencias, desafortunado título cuya trayectoria quedó truncada de inmediato por la censura del régimen franquista. No es de extrañar: en su sexto largometraje, Nunes vuelca su afán experimentador y su capacidad de transgredir todas las convenciones posibles, ya sean sociales, personales y políticas. También las relacionadas con el lenguaje audiovisual, ya que el director emplea un estilo semejante al collage para narrar la relación de una pareja que evoluciona al mismo tiempo que los acontecimientos que se suceden en la prensa: las revueltas en París y Latinoamérica, los conflictos armados en Vietnam, Checoslovaquia, Biafra...

Las situaciones que se muestran en Sexperiencias parten de la improvisación y tienen como hilo conductor las noticias de los periódicos, expuestas en planos subjetivos y voz en off. Estas escenas se intercalan con las de la pareja protagonista, interpretada por Carlos Otero y Marta Mejías. La presencia de la actriz copa la totalidad de la película, la cámara de Nunes capta su fisonomía desde todos los ángulos y el discurso de su personaje guía el desarrollo de la acción, haciendo que sus preocupaciones sean las de toda una generación de mujeres jóvenes que se debatían entre los atavismos del pasado y las incertidumbres del presente. El discurso del director trata de compaginar la crónica del momento preciso con la introspección de la protagonista, como si una cosa fuera consecuencia de la otra. Hay desazón en las imágenes en blanco y negro capturadas con la inmediatez propia del cine de guerrilla, pero también hay poesía y numerosos juegos visuales a través del montaje. Sexperiencias acumula planos y más planos que se vierten a borbotones en la pantalla, con urgencia y sin respiro, en un afán por transmitir los pensamientos desordenados del personaje principal, que acaso sean los del cineasta. Es por ello que no hay un argumento expositivo sino un torrente de sensaciones e ideas a veces demasiado dispersas y a veces reiterativas, con algunos destellos de genialidad.

Sin embargo, la impresión que prevalece durante todo el metraje es la de estar asistiendo a un ejercicio amateur, un intento de replicar los hallazgos que estaban llevando a cabo autores como Marker, Resnais y, sobre todo, Godard. El espíritu de este último sobrevuela el film y establece analogías entre el tratamiento de los rostros de Anna Karina y Marta Mejías, dos paisajes femeninos que retienen la cámara con la mirada. Es difícil hablar de retención porque en Sexperiencias todo es movimiento: la película comienza con la protagonista desplazándose y termina igual, en una huida perpetua de la realidad y de sí misma. Al final, el personaje de Mejías es interrogado: "¿A dónde vas? Quizás todavía puedas hacer algo..." A lo que ella responde: "Sí. Gritar socorro". Justo después de que suene Cambalache, el tango en el que Discépolo dejó escritos los males modernos del ser humano.

La trama de Sexperiencias gravita sobre algunos temas como la denuncia de las injusticias, la complejidad del amor y la brecha generacional, entre otros muchos apuntes que aparecen en forma de mosaico, con el carácter libertario y anarquista que Nunes siempre puso en práctica. Esta actitud idealista tiñe el conjunto de cierta ingenuidad, ya que se corresponde más con un catálogo de ilusiones frustradas que con la reflexión profunda a la que el film parece aspirar, quedándose en el boceto de algo más ambicioso. Las limitaciones técnicas contribuyen a reforzar este efecto, en especial en lo tocante al sonido. La banda sonora prescinde de grabaciones directas y experimenta con la asincronía y los diálogos fragmentados, registrados a posteriori en el estudio de manera pobre y dejando en evidencia la falta de experiencia profesional de Mejías. Tal vez este sea el mayor impedimento del conjunto y lo que provoca una disociación entre lo que se ve y lo que se escucha que dificulta la conexión inmediata, lastrando el resultado.

Aun así, merece la pena acercarse a Sexperiencias por lo que supone dentro de la historia del cine español. Puede que sea el intento más radical por subvertir las normas de una industria a la que Nunes nunca perteneció, un acto revolucionario en forma de película que requiere un poco de paciencia y comprensión por parte del espectador. Comprensión no por lo que transcurre en las imágenes, sino por las circunstancias que rodearon este grito de protesta que enseguida fue silenciado y que relegó Sexperiencias a la clandestinidad y el oscurantismo hasta el día de hoy.