TENÉIS QUE VENIR A VERLA. 2022, Jonás Trueba

Más que una productora de cine convencional, Los Ilusos es una agrupación de amigos que provienen del cine y el teatro y que se juntan de cuando en cuando para hacer películas pequeñas y cercanas, muy pegadas a la realidad de una clase media urbana con inquietudes intelectuales. Son ya varios títulos los que tienen en su haber, todos más o menos influidos por autores de la nouvelle vague francesa pero con importancia de los escenarios madrileños que han visto crecer a Jonás Trueba, la cabeza visible de la familia ilusa.

La sensación que provoca Tenéis que venir a verla es la de asistir a un entremés, no sólo por su corta duración (una hora) sino por el carácter de pieza inacabada y fragmentaria, como de ejercicio narrativo filmado entre colegas en solo ocho días. Lo cual no quiere decir que el resultado sea pobre o amateur, al contrario. El guion tiene apenas cinco escenas y cuatro personajes, producto de la depuración de los temas que se tratan: las relaciones humanas tanto de pareja como de amistad. Hay una síntesis de los elementos de la ficción que no excluye los momentos contemplativos en los que el tiempo parece detenerse, como sucede al inicio del film: el espectador escucha la presentación de un tema musical de Chano Domínguez en el Café Central, donde asisten las dos parejas formadas por Itsaso Arana y Vito Sanz, e Irene Escolar y Francesco Carril. Sus rostros se suceden mediante cuatro primeros planos largos y fijos, hasta terminar en la imagen del pianista recibiendo los aplausos del público. Esta inversión en el orden lógico del montaje (lo habitual hubiera sido empezar mostrando al emisor de la atención común, y luego a los receptores) indica que no estamos ante una película que sigue fórmulas preconcebidas. Tenéis que venir a verla desprende libertad y frescura, al igual que los anteriores trabajos de Jonás Trueba, director empeñado en capturar el aquí y el ahora de lo que cuenta.

A ello contribuye la fotografía naturalista de Santiago Racaj y la interpretación de los actores y actrices, todos magníficos en su verosimilitud y en la creación de perfiles reconocibles con unos pocos trazos y muchas palabras. Los diálogos son prolijos y alternan las expresiones coloquiales con los pensamientos elevados con total organicidad, sin que nada suene impostado. Es el universo de Trueba, en el que caben las referencias literarias, artísticas y musicales como parte de un paisaje íntimo y personal que se quiere compartir. Este es uno de los pilares sobre los que se asienta su cine: la necesidad de fijar en la pantalla instantes determinados, conversaciones e ideas que parten de lo individual y que buscan amplificarse a través de los personajes. Cine que captura la verdad y la disfraza de relato breve y conciso, con drama, comedia y lo que hay entre medias. Como la vida misma.

Atención al trailer promocional de la película, obra de Miguel A. Trudu, una pieza con entidad en sí misma que evidencia la vocación artesanal del proyecto: