TITO Y LOS PÁJAROS. "Tito e os pássaros" 2018, Gabriel Bitar, André Catoto y Gustavo Steinberg

Aunque no lo parezca, el mundo de la animación es muy extenso fuera de la parcela acotada por Disney y Pixar. Más allá del cine que elaboran estas dos grandes compañías, hay multitud de propuestas de gran calidad que muchas veces obtienen un alcance minoritario a través de festivales especializados y el interés de un público selecto que crece en Europa y Latinoamérica (Asia es un planeta en sí mismo, con el predominio del anime en Japón). Este fenómeno también sucede en Brasil, donde se han estrenado en los últimos años dos largometrajes que han recorrido el globo acumulando premios y que muestran lo cerca que pueden estar el arte y el audiovisual. Uno es El niño y el mundo, y otro Tito y los pájaros.
La película, producida por el estudio Bits y firmada por tres directores bien conjuntados entre sí, tiene un carácter admonitorio, casi profético. El argumento cuenta el extraño brote que se extiende rápidamente por toda la población provocando que las personas infectadas se conviertan en rocas, una fantasía distópica que parece vaticinar la pandemia ocasionada por el coronavirus y el confinamiento sucedido apenas dos años después del estreno del film. En la ficción, el origen del mal obedece a oscuras tramas inmobiliarias y la solución viene en alas de los pájaros a los que se refiere el título, cuyo lenguaje aprende a interpretar el joven Tito. Se trata, por lo tanto, de un cuento imaginativo con muchas conexiones con la realidad, que invita a reflexionar sobre el concepto del miedo.
Otro aspecto llamativo de Tito y los pájaros es el visual. El estilo de la animación remite en todo momento a la pintura y la ilustración, con texturas, luces y colores de gran plasticidad y unos diseños que hasta la fecha solo se veían en obras experimentales. La pantalla se convierte en un lienzo al que dan vida los trazos de inspiración expresionista, creando una estética bella y sugerente que hace crecer la historia y se pega en los ojos del espectador. En suma, Tito y los pájaros bien podría figurar en un museo, sino fuese porque es cine. Cine dinámico y valiente, que se atreve a andar caminos distintos a los acostumbrados y que contiene ideas estimulantes tanto para niños como para mayores, aunque puede que sean estos últimos quienes más disfruten los hallazgos de esta joya sin precedentes.