DONNIE DARKO. 2001, Richard Kelly

Tal vez fuera fruto de la casualidad o tal vez una tendencia, el caso es que a principios del presente siglo se estrenaron varias películas destacables cuya temática giraba en torno a las paradojas del espacio-tiempo. Títulos como Memento, Las horas, Olvídate de mí o La ciencia del sueño, a los que se suma Donnie Darko. Todos ellos comparten entre sí el riesgo y la complejidad de sus tramas laberínticas, además, buena parte comulgan con el cine independiente, si no en términos financieros, al menos en personalidad y carácter. Donnie Darko es un buen ejemplo.
Se trata del primer largometraje dirigido por Richard Kelly, autor también del guion, que trata la difícil relación de un joven con la realidad que le rodea, debido a que sufre brotes de esquizofrenia. Sus visiones están protagonizadas por un extraño ser con apariencia de conejo, quien le incita a cometer actos agresivos y le anuncia la fecha del fin del mundo. Esta situación sucede al principio de la película, de ahí en adelante la narración se convierte en una cuenta atrás en la que el chico lucha contra su subconsciente y trata de desvelar ciertos misterios que acontecen en el pueblo donde vive. Donnie Darko sumerge al espectador en una espiral de lucidez y locura que se va acrecentando según avanza la acción, en un combate en el que se contraponen conceptos muy enraizados en la cultura estadounidense como la inocencia y la culpabilidad, la libertad y la represión, el éxito y el fracaso.
El acierto de Kelly consiste en manejar todos estos elementos con agilidad, envolviendo la historia en una atmósfera muy determinada para generar tensión y suspense. Su condición de debutante no le impide realizar una labor sólida e inspirada, ya que Donnie Darko posee una magnífica dirección que desarrolla las posibilidades del encuadre, mantiene el ritmo y en ocasiones se exhibe con planos bastante complicados y trucos de acelerado y ralentizado de imágenes. No son efectos gratuitos: la distorsión del tiempo da sentido a la trama y la siembra de detalles a los que prestar atención. Algunos de estos detalles tienen que ver con el argumento (el agente de la compañía de aviación que aparece de forma esporádica para vigilar a Donnie) y otros con el cuidado diseño de producción y la recreación de una época, finales de los años ochenta, en la que se ambienta el film. Kelly rinde tributo a las películas de su niñez mediante referencias que el público puede identificar con facilidad y convoca en Donnie Darko el espíritu de aquel cine, incluso en sus excesos, lo que aporta al conjunto un aire de diversión que conjuga bien con los géneros del fantástico, el terror y el drama psicológico.
Otra virtud de la película es la de añadir numerosos personajes alrededor del protagonista encarnado por Jake Gyllenhaal. De esta manera se evita que Donnie Darko sea solo el retrato de una discapacidad mental y expanda su foco a una comunidad a la que se mira con actitud crítica: padres, profesores, vecinos, amigos... todos tienen importancia y completan el paisaje humano integrado por actores conocidos como Maggie Gyllenhaal, Mary McDonnell, Drew Barrymore o Patrick Swayze, junto a otros menos populares pero igual de eficaces. La bifurcación de los puntos de vista termina favoreciendo el papel de Jake Gyllenhaal, que no es tan matizado como debería y resulta algo tosco y pobre, lejos todavía de las grandes interpretaciones de las que hará gala el actor.
Erigida hoy a la categoría de película de culto, lo cierto es que Donnie Darko debe ser tenida en cuenta por su originalidad y su ingenio efervescente, capaz de abrir huecos en el relato para que el espectador los rellene con su propio criterio. Y es que detrás de su aspecto de película para adolescentes, la opera prima de Richard Kelly contiene cargas de profundidad camufladas por el humor y la falta de complejos, lo que la convierte en una rareza dotada de una inesperada sensibilidad gracias, entre otras cosas, a la música compuesta por Andrew Peters. A continuación pueden escuchar una muestra: