QUIÉN LO IMPIDE. 2018, Jonás Trueba

Después de dirigir La reconquista, Jonás Trueba continúa explorando el mundo de los adolescentes en un formato hasta ahora inédito en su filmografía, un proyecto audiovisual que lleva por título Quién lo impide y que abarca cuatro películas a medio camino entre el documental y la ficción. Cada parte de este retablo cinematográfico tiene conexión con las demás pero funciona de manera independiente, sin un orden establecido ni continuidad argumental. Es una obra en construcción que es enriquecida con nuevas incorporaciones basadas en un objetivo en común: desmontar los tópicos en torno a un segmento de la población que suele ser estigmatizado, así como ofrecer una visión positiva de aquellos que están llamados a tomar las riendas del país en un futuro no demasiado lejano.
Aunque pueda sonar ambicioso, en realidad Jonás Trueba lleva a cabo este propósito desde la cercanía y la sencillez, contando con la implicación plena de los protagonistas y con un tono alejado de todo paternalismo y adoctrinamiento. Al contrario, los jóvenes que aparecen en pantalla determinan con sus palabras y actitudes el resultado, integran un mosaico diverso en el que se repiten algunas caras para permitir que el público pueda identificarse y el relato mantenga un hilo conductor, lo que otorga coherencia al conjunto. No se trata de piezas dispersas sino de posibilidades narrativas que se van abriendo según avanza el proyecto y va ganando en profundidad social y antropológica. Así, los distintos films evolucionan del documental con testimonios de Tú también lo has vivido a la ficción naturalista de Principiantes, pasando por los segmentos Sólo somos y Si vamos 28, volvemos 28, situados entre ambos términos.
El espectador debe saber que, aunque no es necesario conocer las circunstancias que rodean el proyecto, sí es enriquecedor situarlo en su contexto para comprender su verdadera dimensión. Jonás Trueba sabe que el cine es también todo lo que rodea el cine, que es un medio permeable a cuanto sucede mientras se elabora y que los elementos externos se pueden volver internos si hay un equipo sensible y creativo capaz de favorecerlo. No en vano, durante los últimos años Trueba ha participado en experiencias didácticas, charlas y formaciones que sostienen la base de Quién lo impide y se materializan en sus imágenes, tal vez en eso resida el gran acierto del cineasta: en hacer que el contenido teórico se convierta en práctica y que la reflexión se vuelva acción. De ahí que su nombre no figure en los créditos como director, sino ejerciendo la función de "puesta en situación". Es una más de las anomalías que hacen tan especial el proyecto, además de por su forma poliédrica y, sobre todo, por tratar de transformar la mirada que la sociedad en general y el cine en particular arrojan tradicionalmente sobre la adolescencia. Nada más (y nada menos) que por esto merece la pena tener en cuenta Quién lo impide, tetralogía que lleva impresa su vocación de desafío ya desde el mismo nombre.