Nos encontramos, por lo tanto, ante un film que destila disconformidad y despliega todo un argumentario para combatir los discursos oficiales. Divido en once fragmentos, Lejos de Vietnam toma una estructura poliédrica que contiene información, crítica, análisis, reflexión y perspectiva histórica, todo comprimido en dos horas de metraje que pueden extenuar al espectador inadvertido. Conviene saber de antemano lo que se va a ver, ya que el film posee un enorme valor no solo coyuntural, sino también ideológico. Es cine militante de primer nivel, escrito, dirigido y montado haciendo uso de diversos recursos de estilo. Desde las declaraciones directas a cámara hasta los collages de imágenes y la apropiación del material de archivo, la película luce múltiples texturas y formas de narración correspondientes a los distintos cineastas... quienes, al contrario de lo que suele ser habitual, no acreditan sus trabajos. Los aficionados pueden adivinar a quién corresponde cada episodio y valorar sus preferencias, ya que algunos resultan más llamativos que otros.
En cualquier caso, la riqueza de Lejos de Vietnam está en la variedad del conjunto. Cada pieza está ensamblada para provocar un efecto determinado, y todas juntas tienen la contundencia de un ariete empeñado en hacer temblar los cimientos del establishment. En suma, el documental confronta las cámaras de cine contra los fusiles de asalto, los razonamientos contra los dogmas, la libertad contra el imperialismo. A pesar de lo cual, no hay candidez en los planteamientos de los siete directores ni esa utopía algo infantil que en ocasiones ha restado crédito a los artistas de izquierdas. Ellos saben que están en una situación privilegiada y que las bombas caen a 10.000 Km. de distancia. Por eso la película se titula Lejos de Vietnam. Es decir: lejos del peligro, lejos de la sangre, luchando con sus propias armas desde el mismo lugar en el que los opresores dan la orden de arrojar napalm sobre las aldeas pobres de los que resisten al otro lado del mundo.