THE ASSISTANT. 2019, Kitty Green

No es fácil valorar una película al margen de sus buenas intenciones. Por lo común, el peso ético se impone al cinematográfico y condiciona el análisis del conjunto, en una actitud un tanto paternalista que invita a mirar con condescendencia algunos títulos de dudosa calidad. Afortunadamente, esto no sucede siempre. También hay películas en las que coinciden el compromiso y la calidad, obras que amplifican su discurso mediante los recursos de la ficción. Es el caso de The assistant, tercer largometraje dirigido por Kitty Green en una trayectoria definida por su militancia feminista. El argumento pone el foco en las reivindicaciones del movimiento Me Too nacidas como reacción al escándalo de abusos sexuales en el seno de Hollywood por parte del productor Harvey Weinstein.

En lugar de hacer una diatriba contra el fundador de Miramax (ya existen documentales al respecto), Green omite nombres concretos para dar a la denuncia una dimensión más amplia, que no se ciña a un solo caso. Una decisión inteligente que advierte de las situaciones de abuso de poder en cualquier ámbito y con carácter general. The assistant adopta el punto de vista de un personaje aparentemente secundario, una joven empleada en un estudio de cine que observa con preocupación los indicios del comportamiento reprobable de su jefe. Su jornada laboral está llena de rutinas a las que el espectador asiste sin que haya énfasis, en un tono casi protocolario. Poco a poco, las señales que percibe la protagonista se van haciendo más evidentes hasta debatirse entre tomar partido o salvaguardar su puesto de trabajo. La propuesta de Green consiste en hacer cine combativo pero narrado con una frialdad deliberada, sin cargar las tintas en ningún momento y huyendo de la previsible morbosidad del asunto. De hecho, el depredador sexual ni siquiera aparece en la pantalla, aunque siempre está presente en las conversaciones, las llamadas de teléfono o los correos electrónicos. Nada escapa de su influjo, todo gira en torno a él.

La mayoría de la acción sucede en las oficinas del estudio, un ecosistema que convierte a la plantilla en cómplice silenciosa de los desmanes que acontecen en el despacho del director. El reparto de actores transmite muy bien esta sensación de impunidad que rodea al personaje fantasma, a través de diálogos entreverados, miradas y gestos. The assistant es una película construida en base a los detalles y a la interpretación de la actriz principal, una Julia Garner en estado de gracia. Su labor es tan matizada y precisa y, al mismo tiempo, tan natural, que es capaz de reflejar una gran expresividad con los mínimos elementos. La dificultad se acrecienta con la abundancia de primeros planos y planos medios, algunos de ellos reforzando la presión sobre el personaje al emplear contrapicados de cámara o situándolo en la parte baja de la imagen.

Kitty Green maneja los recursos visuales sin caer en la gratuidad ni la evidencia, buscando siempre ir en favor de la historia. Con una técnica pulcra, The assistant consigue suscitar emociones ahogadas por la contención, tal y como padece la protagonista. De esta manera, el público logra conectar con ella y preguntarse qué haría en su lugar. Este es el gran reto que plantea Green, la posibilidad de implicarse desde la austeridad y el comedimiento, una opción que puede resultar más eficaz que la retórica exaltada de muchos discursos políticos.